Académicamente, estoy especializada en el abordaje de las emociones, relaciones y sexualidad humana, pero detesto decir que soy experta de algo, porque si algo me mantiene la mente viva, inquieta y con objetivos vitales, es mi firme creencia de que no sabemos ni la mitad. Y si de algo pudiera en algún momento llegar a considerarme especialista, sería sin duda de todo mi estudio autodidacta de la vulva y la sexualidad de las mujeres, y del impacto de la feminidad en la construcción de nuestra personalidad.
 

Estudié psicología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), donde también me habilité para realizar intervenciones en la salud humana con el Máster en Psicología General Sanitaria. Amplié mi formación con el Máster en Psicoterapia cognitivo-conductual, y el Máster en Sexología Clínica y Terapia de Pareja en el Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP). Pero era insuficiente, y no estuve del todo preparada para la psicoterapia hasta que no estudié en paralelo, casi sin cesar, de forma fundamentalmente autodidacta feminismo, y descubrí su necesario papel en cualquier proceso que pretenda mejorar la salud emocional de las personas, especialmente si son mujeres. Así que fusioné la teoría psicológica y sexológica con la teoría feminista, y es desde esa mezcla desde la que trabajo, tanto en mis labores terapéuticas como en las divulgadoras. 

Porque en ese proceso de desinfectar con feminismo todo el saber académico (y machista) que hasta entonces había masticado y tragado, me resultó especialmente indignante el abandono, la violencia y la desinformación que caracterizan el abordaje de la salud mental y sexual de las mujeres, especialmente en lo que respecta a nuestro cuerpo, en general, y a la vulva y clítoris, en particular. Así que llevo años siendo una psicosexológa feminista, y una aprendiz y divulgadora incansable de todo lo que tenga que ver con la salud emocional y la sexualidad de las mujeres.